Los que peinamos algunas canas, podemos recordar sin dificultad los sabores de los tomates, pimientos, papas, cebollas y un largo etcétera, que comíamos hace ya bastantes años, sobre todo cuando los comparamos con la generalidad de los productos de la "huerta" que adquirimos indiscriminadamente en las grandes superficies y algunos de los puestos de nuestros mercados. Hoy perseguimos, en algunos casos con auténtica frustración, verduras, hortalizas o frutas que nos recuerden aquellos sabores perdidos poco a poco, durante nuestra cita diaria con la comida. Cuando analizamos este fenómeno es imprescindible tener en cuenta que, en la zona litoral los cultivos tradicionales van siendo eliminados por la urbanización masiva y el valor de los terrenos que ocupan y en la zona interior son sustituidos por cultivos intensivos y extensivos de trigo, algodón, remolacha y girasol, mucho más rentables para el agricultor.
Afortunadamente quedan pequeños reductos de las tradicionales formas de cultivar, donde a lo estacional y al cuidado exquisito de la planta o del árbol, aún se le da la importancia que se debe. Desafortunadamente estas pequeñas producciones no pueden competir con las grandes extensiones de cultivos bajo plástico y su distribución para las grandes superficies. Dependiendo de nuestro empeño y localización geográfica, conoceremos seguramente algún puesto en el mercado o frutería de barrio, que dispone de verdad de buenos fresones, habichuelas pías, o fruta de Conil, papas o pimientos de Sanlucar, alcauciles y chícharos de Chiclana o Puerto Real, tomates o zanahorias de Rota. Y digo "de verdad", porque como ocurre con el pescado que en el mercado todo proviene de la Bahía de Cádiz (cuando allí no queda casi nada), los productos de la huerta gaditana son apellidados con el origen más afamado del cultivo, sea o no verdad. Si no los encontramos cerca de nuestros domicilios, los amantes de los sabores originales, tras el desayuno sabático, nos desplazamos en el coche habitualmente acompañados de nuestros hijos, para hacer el acopio semanal de productos de la huerta en su lugar de origen, en mi caso pequeños huertos en los alrededores de Puerto Real, la Dehesa de Bolaños o La Algaida en Sanlucar.
La calidad y variedad de los productos de las huertas gaditanas es innegable, pero tres de estos lugares destacan sobre todos los demás, por sus peculiaridades históricas y los intentos actuales de recuperación de las formas tradicionales de los cultivos denominados "Navazos", destaca la zona de Sanlucar de Barrameda y Chipiona; por la singularidad de sus minifundios y la riqueza antropológica de la "Mayetería y los Mayetos", destaca Rota; y por la variedad de sus productos y su proyección actual, la zona de Chiclana y Conil. Esto no quiere decir que otros lugares de nuestra provincia no tengan huertas o sus productos no sean de calidad, entre estas últimas podríamos citar como ejemplo: los cítricos del Campo de Gibraltar, la vid en la comarca de Jerez, el olivo en Algodonales, Setenil y Olvera y las legumbres de Setenil o Vejer.
Los Navazos.-
La mayoría de las fuentes autorizadas sostiene que la palabra "navazo" proviene del vocablo árabe nevaa o nevat, que significa manar agua. En la sierra alta de Andalucía, se denomina navazo a una tierra llana sin árboles que se sitúa entre las montañas. Aunque su origen es anterior, las primeras noticias escritas que se tienen sobre la existencia de navazos como forma de cultivo, son del siglo XVI y sabemos que en el XVIII se promovió su implantación, como forma de contener el alarmante avance de las dunas que se formaron desde la playa del "Espíritu Santo" hasta Bonanza.
Estos navazos consistían en la creación de huertos sobre una planicie cavada en profundidad para acercar las raíces al agua del subsuelo. No era por tanto necesario regar mas que en el estado de plántula, que se hacía a mano con regadera. Una vez desarrollada las raíces, el agua, que ascendía por capilaridad, mantenía una zona con un grado de humedad óptimo para el desarrollo de las plantas.
Las arenas procedentes de la construcción del navazo se depositaban en el perímetro a modo de cortavientos (bardos), que resguardaban las plantas del levante y poniente, en ellos se plantaban frutales para su contención. El límite de la finca lo constituía un seto a partir de yucas y chumberas (ballao), que evitaba la entrada de personas y animales. La vivienda (choza) estaba integrada en el navazo, además solían tener algunas gallinas, vaca, becerros, cerdos y animales que ayudaban en las labores del campo.
Los navazos más cotizados eran los que se encontraban a pie de playa, ya que en estos se garantizaba la humedad dos veces al día coincidiendo con las subidas de marea. Juan Sánchez en el Seminario de Agricultura y Artes en 1799, escribe: "El que no esté acostumbrado a ver y observar semejante clase de cultivo en arena pura, tendrá por ilusión cuanto se diga acerca de su conversión en terreno abundante por medio del abono y la laboriosidad de aquella clase de labradores".
Efectivamente, al tratarse de superficies de arenas sílices, muy inertes y con pocas propiedades químicas, se hacía necesario un abonado constante, tradicionalmente de contenido orgánico. Su componente fundamental era la 'privá' o excrementos humanos, que los niños recogían de los núcleos urbanos durante la madrugada, también las algas o 'verdinas' de la playa y el estiércol de caballos y mulos que recogían igualmente los niños en los caminos.
Los cultivos básicos del navazo hasta los años 70 eran coliflores, papas, maíz, sandías, melones, 'frijones' y pimientos. De los bardos del perímetro se obtenían frutos como granadas, higos, membrillos, moras, limones y aceitunas; además se obtenían también cebollas, calabazas y cidras plantadas entre los árboles.
La división del trabajo se realizaba según el esfuerzo físico que requiriera, a los niños les correspondía la alimentación del ganado, sacar a pastar a las vacas y la recogida del estiercol; a las mujeres la comida, la limpieza y el cuidado de las gallinas; para los hombres quedaba el trabajo en la huerta.
La mecanización del campo y el empleo de bombas hidráulicas primero y la necesidad de la intensificación de los cultivos más recientemente, pusieron en duda la rentabilidad de los navazos y dieron origen, tras allanar los terrenos, a la floricultura en invernaderos mayoritaria en la actualidad.
La Mayetería y los Mayetos.-
Se define a la Mayetería como forma de cultivo tradicional, que se realizaba en los pueblos gaditanos de Jerez, Sanlucar, Chipiona y sobre todo Rota, donde es común la propiedad pequeña. Se denomina Mayeto al viñador de escaso caudal o al que cultiva una viña pequeña, en definitiva al hombre de campo que se dedica al cultivo de la tierra con sus manos y la ayuda de unos cuantos aperos de labranza muy rudimentarios. Según Juan Luis de Chipiona, "popularmente, la "mayetería" se entiende por huerta de secano y viñedo; las uvas, los tomates, los pimientos, los chícharos, las habas, etc., son sus productos y se supone también hablar de una agricultura realizada a golpe de azada, cuidar planta a planta y de una gran dedicación de tiempo y horas de trabajo".
Se cree que la palabra "mayeto", proviene de los frutos tempraneros que obtenían estos agricultores en sus pequeños trozos de tierra, que acudían a Cádiz y a Jerez, cargados con sus hortalizas y frutos en mayo, por ello eran conocidos como los mayetos. Otros aseguran, que es porque los transportaban en unas mayas, en los barcos que se desplazaban con destino a Cádiz principalmente.
Los "mayetos" cultivaban en sus pequeños campos productos típicos de la huerta: tomates, pimientos, berenjenas, sandias, melones, calabazas y uvas. La higuera, la tuna (que además servía para separar unas tierras de otras) y la parra también eran parte del entorno de la vivienda y de la vida de estos agricultores; además convivían con los animales propios de los cortijos: vacas, cabras, ovejas, conejos de campo, palomas, gallinas, burros, caballos y la mula que le ayudaba a labrar la tierra.
Como explica Juan Luis de Chipiona en su blog, la vivienda del "mayeto" era muy parecida a la barraca valenciana, aunque sus techos presentan una menor angulación seguramente debido a la menor cantidad de lluvias en nuestra zona, pero su origen no parece que sea árabe como el describe, ya que según expertos en estas construcciones, se encuentra más relacionado con las antiguas chozas de base redonda, que en la cultura íbera se van transformando según las necesidades de sus moradores hacia viviendas de base cuadrada.
Esta casa tenía un techo de pasto, cañas y en ocasiones algas, con una pequeña puerta y un ventanuco como ventilación. Dentro tenían dos habitaciones separadas con una tela de saco o estera encalada, una para el matrimonio y otra para los hijos. En los alrededores cercanos a la casa se encontraban el pozo y el "paraero", chamizo donde se cocinaba y se comía cuando el clima acompañaba.
Los productos de la mayetería han tenido gran renombre y desde hace bastante tiempo se encuentra en claro retroceso, en concreto la instalación de la Base Naval en Rota en 1953, con sus 6100 acres de terreno de cultivo expropiado, iniciaron el declive de esta forma tradicional de vida. En el municipio de Rota se encuentra el centro de recuperación de la mayetería, donde puede verse como era el entorno y la vida del mayeto.
La huerta de Conil y Chiclana.-
La huerta de Conil y Chiclana, es en la actualidad la suministradora de la mayor variedad y cantidad de los productos de la huerta tradicional de la provincia de Cádiz. Esta zona de reconocido prestigio local y comarcal, ofrece más de 60 productos hortofrutícolas diferentes de gran calidad, gracias a su emplazamiento frente al mar y su clima. Sus explotaciones suelen tener un reducido tamaño (no mas de 1 o 1,5 hectáreas).
En esta zona existen huertas desde la antigüedad, según Santos García (1988) en el periodo que transcurre desde el siglo XVI al XVIII, hubo huertas en los alrededores del pueblo de Conil y en otras zonas algo más lejanas. Lindando con la muralla estaban la Huerta del Postigo entre la muralla y el mar, las Huertas Primera, de En medio y de Abajo entre el Arco de la Villa y La Chanca, y la Huerta de los Frailes entre la población y el Convento, que servían para el abastecimiento de la población. También había huertas en zonas más o menos alejadas, como la Huerta del Jardal (Barrio Nuevo) o las huertas de Arroyo Olvera y la Huerta del Sol (Casa de Postas).
En el último cuarto del siglo XVIII, la extensión de la huerta se duplica, pasando de 16 aranzadas (medida usada antes de adoptar el sistema métrico decimal, que equivalía a 4,472 metros cuadrados) en 1778 a ocupar 31 aranzadas a comienzos del siglo XIX. Dichas huertas estaban cercadas de pitas, cultivándose en ellas verduras diversas, principalmente lechugas, nabos y cebada. Para poder producir se regaban con pozos y norias, y se enriquecían las tierras con estiércol. Las arboledas estaban dentro de las huertas, de las que formaban parte y había almendros, damascos, perales e higueras. A fines del siglo XIX, la extensión de la huerta seguía siendo escasa, pues las hortalizas y legumbres sólo ocupaban 14 hectáreas, siendo las tierras regadas sólo un 0,4% de las tierras de cultivo.
El gran desarrollo de la huerta en Conil se produce a partir de los años 50 del siglo XX, con la mecanización de los cultivos. En 1962 la superficie hortofrutícola representaba ya más del 25% del espacio agrario, superando el 40% en 1972. En 1963 se creó la Cooperativa Agrícola Nuestra Señora de las Virtudes, que en 1967 poseía ya 170 socios, y en 1982 pasaba de los 500, la gran mayoría de Conil, aunque también de otros pueblos de la comarca (Vejer, Barbate o Chiclana).
En 1982, la producción hortofrutícola fue de más de 12 millones de kilos, destacando los pimientos (2 millones kg), las patatas (1,6 mill. Kg), las lechugas (1,4 mill.kg), las zanahorias y los melones (1 mill. Kg cada uno). También tenían gran importancia los tomates, ajos, alcauciles, guisantes, cebollas y más recientemente se ha incorporado con fuerza el cultivo de fresones.
Muchos de los adictos a la huerta de Conil, esperan ansiosos la llegada de los productos estacionales para hacer provisión de los mismos, que como un tesoro aguardarán en sus congeladores el momento de consumo. Como explica Francisco Vázquez que regenta un puesto en el mercado de Conil, en la web de Pepe Monforte "Cosas de Comé", uno de los más deseados por su escasa producción, corto espacio de tiempo en el que se dan y su calidad, son las habichuelas pías, estas se caracterizan por ser más tiernas que otras especies, aunque su tamaño es más pequeño y su color de un verde muy claro, con manchas y de ahí puede venir su nombre, de su semejanza «por tener manchas en la piel», con las vacas pías.
Hoy el sector hortofrutícola conileño es uno de los más interesantes y lucrativos de la zona, dedicándose a él la gran mayoría de los pequeños propietarios de tierras.
En Chiclana, además de alcauciles, guisantes y otros muchos de los productos mencionados, es muy destacado desde la antigüedad el cultivo de la vid para la elaboración propia de vinos y para los producidos en el marco de Jerez.
Bibliografía:
- Blog de Juan Luis de Chipiona sobre la mayetería y los mayetos.
- Cosas de Comé. Página web de José Monforte.
- Ecologistas en Acción de Sanlúcar y Asociación La Borraja. El Navazo.
- Navazos un ejemplo de Patrimonio Rural. Revista Terralia en el apartado de Agroecología de año 9 número 48, marzo de 2005. Págs. 48-54
- Revista digital Trazos. Artículo sobre la Barraca Valenciana (pag. 18).
- Santos García, A. y Velásquez-Gaztelu, F.: Los Pueblos de la Provincia de Cádiz. Conil de la Frontera. Diputación de Cádiz, 1988.