Hubo satisfacción general moderada y habrá que seguir comprobando las buenas maneras de esta cocina que promete.
Hacía tiempo que llevaba funcionando el restaurante Ciclo de Luiti Callealta, pero no habíamos asistido al mismo como grupo aún, por lo que, después de pasar por Ettu, en el que la carta estaba confeccionada por él, era ya casi obligado comprobar de primera mano sus dotes culinarias, tras su paso durante años por la estructura de Angel León.
La cosa empezó con unas cervezas y algunos palos cortados de Cayetano del Pino, bodega esta más que centenaria, aunque durante largo tiempo se convirtió en almacenista (elaborador y criador de vinos que se vendían a otras bodegas o extractores) y no fue hasta mediados de la pasada década cuando volvió a embotellar, dando lugar a grandes vinos muy reconocidos, sobre todo su palo cortado VORS, que ha sido considerado el mejor generoso español por alguna guía.
Ya sentados a la mesa, el pase se inició con un curioso gazpachuelo de langostinos a la marinera, consistente en un “tartar” de langostino cubierto por un gazpachuelo de su cocción enormemente sabroso que provocó el clásico comentario “de esto mejor me comería un lebrillo”. Empezamos con una nota sobresaliente. A continuación llegó el plato quizás con menos brillo, que resultó ser un saam, en esta ocasión con hoja de lechuga (cogollo) rellena de gambas cristal y con una tradicional salsa kimchi. Plato informal y alegre, pero con poco brío. El tercero de la saga volvió a elevar la nota, pues estaba compuesto por una sopa ibérica caliente con berenjena al carbón, resultando el caldo de una consistencia y sapidez muy notable, aunque se comía a la berenjena, que podía haber sido sustituida por cualquier otra hortaliza sin desdoro alguno. Para el último plato salado se nos ofreció una dicotomía entre carne y pescado, así, quienes optaron por la merluza en salsa verde degustaron un magnífico pescado (aunque en algún trozo se dejaron varias espinas) con una tradicional y muy bien hecha salsa verde, y quienes optaron por el arroz de presa ibérica gozaron de un muy buen arroz cremoso con trozos de la presa y lascas de portobello fresco. El postre fue un coulant de chocolate, aunque poco fluido, acompañado de un buen helado de pistacho. Todo el conjunto fue regado con un ribeiro “Ramón do Casar”, un varietal de treixadura, albariño y godello, muy fresco y ligero, y alguna que otra copa de Rioja tinto Pies Negros.
El menú fue de muy buena factura pero, como suele ocurrir en algunas ocasiones, hubo comensales que salieron con ganas de comer algo más. Se paga por la magnífica elaboración de los platos y el buen producto, en detrimento de la cantidad. De todo debe haber en la viña del Señor, pero si es de calidad, resulta mucho más aceptable la opción. En este caso hubo satisfacción general moderada y habrá que seguir comprobando las buenas maneras de esta cocina que promete